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Hace unos años me vi un documental sobre la vida del filósofo Ludwig Wittgenstein, y me sorprendió saber que había participado en la Primera Guerra Mundial. Durante los descansos en el frente, escribía sus notas del que luego se volvería un trabajo fundamental de la lógica y el lenguaje, el Tractatus.
Esto me llevó a pensar, ¿cuántos otros escritores, filósofos, científicos, poetas, humanistas y en general grandes personas no murieron en la guerra?¿cuánto talento humano se quedó en las trincheras? La Generación Perdida nos muestra cómo una guerra puede llevarse un enorme capital humano, quitándole a la humanidad la posibilidad de enriquecer mucho más su cultura y progreso.
Y, aunque hoy no tenemos una guerra física, sí que tenemos una guerra espiritual. Dejemos que Tyler nos explique:
Nuestra guerra espiritual es la guerra contra un sistema que nos impulsa a ser siempre mediocres. A conformarnos con un trabajo seguro, un salario, una salida a la ciclovía los domingos. A ser normales, a no cuestionar ni incomodar. A ir como borregos de un lugar a otro, a ver lo mismo que los demás, escuchar lo mismo que los demás y decir lo mismo que los demás. A una vivir la vida sólo para sobrevivir, y no para sobresalir.
Y aquí llegamos a ti. Tienes dentro de ti, al ser miembro de la especie humana, un regalo esperando con ansias a salir. No tiene que ser creativo, ni intelectual, ni científico, ni nada. Ni siquiera tiene que ser algo único, sólo verdadero. Puede ser cuidar a los animales, escuchar a quienes te rodean, ser una vocera de las injusticias, crear un hermoso dibujo o estudiar el arte grecorromano del siglo I. Y sí, también puede ser convertirse en el mejor trabajador de una compañía. La humanidad necesita de todo esto y mucho más: no hay nada inútil que venga desde un lugar de servicio. Y estamos tan asustados del qué dirán, sintiéndonos tan mal de no lograr lo que sabemos que podemos, que estamos perdiendo la guerra.
La humanidad está perdiendo la guerra. Porque, como dice Marie Forleo, el mundo necesita ese regalo especial que sólo tú tienes. El propósito de tu vida es encontrarlo, y el sentido de tu vida es entregarlo. Por ti y por los demás, dejemos ya de apostarle a la mediocridad. Creámonos que somos capaces de cosas grandes, en nuestros propios términos, y pongámonos a trabajar para crear algo de lo que realmente nos sintamos orgullosos.
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