Suscríbete aquí para recibir consejos semanales sobre cómo crear una vida que ames
En 1993, el fotógrafo sudafricano Kevin Carter retrataría en Sudán uno de los horrores más antiguos del ser humano: el hambre.
![](https://static.wixstatic.com/media/fbe070_b3a21b48b8774f79bd2bafe6d679cfa3~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_654,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/fbe070_b3a21b48b8774f79bd2bafe6d679cfa3~mv2.jpg)
Según el Programa Mundial de Alimentos, hoy en día mueren alrededor de 24.000 personas de hambre o de causas relacionadas con ella, cada día. Un 75% de ellos son niños menores de cinco años. También, se estima que unos 800 millones de personas en el mundo sufren de hambre y desnutrición. Stalin decía “la muerte de un hombre es una tragedia. La muerte de millones es una estadística”. Si quieres sacudirte del poder apático que causan las estadísticas, toma cualquiera de estas cifras y empieza a contar gente en la calle. O a calcular cuántos hay en tu clase, oficina u hogar. Así, entenderás la tragedia tan inhumana de estas cifras.
Comúnmente, se dice que los problemas de hambre en el mundo son a causa de la escasez y de la sobrepoblación. Ninguno es cierto. Más bien, problemas como el hambre o la indigencia muestran que la mayoría de los retos que enfrentamos hoy en día serían fácilmente resueltos si no fuera por nuestra separación, lo que muestra nuestra falencia como humanidad. La violencia hoy en día es inherente a nuestros modos de vida.
Por ejemplo, en el Siglo XVIII China tenía la población que tiene hoy Estados Unidos, y era capaz de alimentar a toda su población con la tecnología de la época (Fuente: Farmers of Forty Centuries: Permanent Agriculture in China, Korea and Japan). A su vez, en 1907 Japón contaba con una población de 50 millones de personas, toda autosuficiente. Si a esto se le suma que entre 1949 y 2000, un sólo granjero con amplia tecnología ha pasado de alimentar 19 personas hasta alimentar 155, se entiende porqué hoy en el mundo hay tanta comida que, entre la comida que es desperdiciada en Estados Unidos y Europa, el mundo podría ser alimentado al menos dos veces. Es así de sencillo: mientras aproximadamente un billón de personas* sufren de obesidad, otro billón sufre de hambre. La balanza está torcida, reflejando su desigualdad subyacente.
Con respecto a la superpoblación, este mito puede cuestionarse fácilmente cuando se entiende que lo que en realidad existe es una gran aglomeración alrededor de las ciudades. Si se utilizara cada hectárea, toda la población del mundo podría ser localizada en el estado de Texas y, como ya vimos, podría ser alimentada (Fuente: Realizing a New Train of Thought: The Zeitgeist Movement Defined).
Desde la Segunda Guerra mundial, los Derechos Humanos han surgido como una exigencia a los estados y a los particulares. No obstante, derechos que costaban dinero en implementar, como el derecho a no tener hambre, han sido por mucho tiempo olvidados o subordinados a los llamados derechos no patrimoniales, como la vida. Supuestamente, garantizar el derecho a la vida o a la libertad de pensamiento no depende de una inversión monetaria, aunque en realidad su respeto depende totalmente de derechos patrimoniales como el derecho a no tener hambre, a la salud o a la educación. Sin estos, los derechos humanos no son más que un discurso bonito, una simbología para apagar los fuegos de la revolución.
A su vez, en los países desarrollados debería exigirse el derecho a una alimentación adecuada. Curiosamente, países como Estados Unidos, en donde la comida es abundante, tienen altos índices de malnutrición, pues la gente no suple con la comida su verdadera función: la nutrición. Tanto es así, que en algunos sitios es mucho más barato comerse una hamburguesa de McDonald´s que una manzana.
Una simple forma de aumentar la disponibilidad de alimentos en una ciudad como Bogotá sería sembrar árboles frutales en todos los parques públicos. En este momento ya existen miles de árboles que no producen nada, y sólo habría que cambiarlos por frutas que cualquier persona con hambre pueda ir y comer. Otra vez, las soluciones están por todas partes, lo realmente difícil es nuestra ideología, todo nuestro condicionamiento social.
El discurso económico dice: si ponemos árboles frutales, la gente dejaría de comprar en los supermercados; dejarían de trabajar, y se volverían perezosas; a los pobres les gusta ser pobres; estamos aquí para sobrevivir; hay escasez. Por ejemplo, ¿por qué no se le asegura a cada persona al menos un salario mínimo con el cual vivir? Nuestra lógica económica dice que las personas se tienen que ganar el derecho a vivir, que su existencia depende de su utilidad. En un mundo en donde desde pequeños se nos dice que estamos aquí sólo para sobrevivir y competir, eso es lo único que obtenemos. Es esta ideología la que realmente hay que transformar si queremos cambiar el mundo en el cual vivimos.
![](https://static.wixstatic.com/media/fbe070_43bb09a472d94a5cb2d0861acbbebef6~mv2.jpg/v1/fill/w_763,h_990,al_c,q_85,enc_auto/fbe070_43bb09a472d94a5cb2d0861acbbebef6~mv2.jpg)
El hambre en el mundo, como la mayoría de nuestros problemas, no es sistemática sino sistémica. Necesariamente, en un sistema socio-económico montado en una estructura piramidal, en donde todo el mundo compite por llegar a la cima, la mayoría de la población va a estar justo en la base. El triángulo, después de todo, no es tan perfecto como lo es el círculo.
Autores interesantes en este tema: Peter Joseph y Amartya Sen
*El número adecuado en español es un millón de millones, pero en inglés se usa el término billón. Gracias a @oliverorthecrash por llamarnos la atención de esto.
Mira acá todas las categorías del blog para encontrar justo lo que necesitas
Haz click aquí para ver todos nuestros recursos gratuitos
Comments