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¿Podemos vivir sin ser actores?

Foto del escritor: Instante CronopioInstante Cronopio

Actualizado: 17 jul 2020

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“El mundo es un gran teatro, y los hombres y mujeres un puñado de actores” William Shakespeare


En el artículo Haciendo de la vida una obra de arte vimos cómo existe hoy en día una clara tendencia a vivir la vida sólo para contarla.


Esta cuestión es un poco más profunda de si posteamos o no fotos en Facebook, pues hunde sus raíces en la pregunta de si el ser humano puede vivir sin ser un actor. A veces la “profundidad” de un tema es utilizada despectivamente: aquí nos referimos con esto a la cercanía que tiene algo a ese centro de cosas que más valoramos.

Indudablemente, la libertad es una de esas cosas. Sin embargo, en La insoportable levedad del ser, Kundera argumenta que todos los seres humanos somos actores, pues incluso la palabra persona viene del latín personae, una máscara que utilizaban los actores en las obras de teatro.

Dicho esto, Kundera pasa a explicar la existencia de cuatro tipos de actores. Los primeros son aquellos que actúan para la masa de conocidos, siempre velando por ser respetables frente a sus amigos, familia y perro. Otros son amantes de la fama, actuando para una supuesta masa de desconocidos que está pendiente de sus vidas. También, existe aquél amante furioso que hace todo para que su ser amado tenga un buen concepto suyo. Finalmente, existe quien actúa para un ser imaginario que, como surge de su propia imaginación, en realidad lo que hace es actuar para sí mismo. Son los poetas, artistas y bohemios que no les importa mucho lo que la gente diga, sino tener la conciencia tranquila.


Así, a pesar de que el mundo parece en muchas oportunidades una Comedia Humana, se debe poner en contexto esta realidad. Con el crecimiento de las sociedades, los contactos directos entre las personas fueron pasando cada vez más de un encuentro directo a una mediación por roles que logre manejar el anonimato. Es decir, en una sociedad anónima todos los encuentros sociales se dan primeramente a través de la imagen, lo que ha hecho que se promueva la construcción de una máscara favorable como requisito para una sociabilidad exitosa.

No obstante, esta realidad, en donde podemos pasar horas, días y años caminando por el mundo sin conocer siquiera a una persona en la calle era totalmente extraña para nuestro antepasados lejanos. En el periodo de los cazadores-recolectores, en donde existían sociedades pequeñas, el contacto directo entre las personas hacía innecesaria y hasta incluso molesta la máscara. Eran grupos en donde se dormía, luchaba y moría al lado de una comunidad, por lo que no existía la Separación actual que ha llevado al crecimiento del mundo de los intermediarios, como es la máscara.


Dicho esto, ¿podemos vivir sin ser actores? La persona que vive su vida sólo para contarla vive en un anfiteatro mental en donde existe un público y un actor, en donde poco a poco nos volvemos esclavos intentando mantener una imagen.

El punto crucial a entender es que todas las formas de actuación son, en realidad, creadas por nosotros mismos. La mente se divide entre un espectador (observador) y un actor (observado). El observador es el policía interno, el condicionamiento que impone un deber ser a un actor que, si no fuera por la jerarquía que crea el espectador, sería espontáneo, transparente y lleno de vida.

Pongamos un ejemplo. Estás caminando por la calle y, de la nada, surge el deseo de bailar la bamba. Obviamente, ¿qué loco se atrevería a bailar en la calle? (cuestiona el observador a través de los pensamientos). Entonces, si no se sigue el impulso apenas surge, se crea un proceso de división entre lo actual, que está vivo en tu cuerpo, y lo que el observador impone. Este soberano mental crea un reino en el cual nada se autoriza sin su permiso, por lo que surge el juego de justificación o rechazo que hace que nunca haya espontaneidad ni progreso, en tanto toda acción es la repetición de lo conocido.

Lo que tenemos que darnos cuenta es que ese observador es muy reducido, pues se construye a partir de pensamientos. ¿Es posible pensar en todo? Lo dudo, pues el pensamiento siempre es parcial y necesita categorizar una realidad que no viene en fragmentos sino como un todo. Además, en este intento por controlar lo nuevo es perpetuado todo el pasado individual y colectivo, pues el observador es un entramado de cultura, educación, impulsos humanos, creencias y demás. La disciplina que se crea sobre lo nuevo es la búsqueda por la seguridad, la continuidad y la permanencia, objetivos imposibles más allá de la mente.

Todas estas imágenes mentales (nacionalidad, atracción y repulsión, gustos, miedos, deseos, etc) se agrupan alrededor de un centro. Sin ninguna clase de identificación con ellas, ¿existiría el centro? Esta es una pregunta que cada uno debe responder por sí mismo si quiere experimentar ese estado en el cual el observador ES lo observado, como lo denomina Jiddu Krishnamurti.

Llegados a este punto, podemos responder a la pregunta inicial. ¿Podemos vivir sin ser actores? La única forma sería viviendo sin ideas, sin un centro desde el cual se organiza todo, no sin pensamiento, sino sin pensador, sin algo que creamos inmutable, sin el ego. Para esto, la meditación.

Autores interesantes en este tema: Jiddu Krishnamurti y Milán Kundera


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